El fútbol femenino adquirió relevancia durante la Primera Guerra Mundial producto de las multitudes que se reunían a ver los partidos del equipo nacional en Inglaterra y el Dick Kerrs´s Ladies, quienes eran un equipo conformado por mujeres.
Sin embargo, en 1921 la Asociación Internacional de Fútbol, en cabeza de Lord Kinnaird, prohibió el fútbol femenino argumentando que era un juego perjudicial para la salud de la mujer.
Por esos años, Gregorio Marañón, convertido ya en un afamado médico, publicó Sexo, deporte y trabajo, un ensayo donde abordó la polémica cuestión de la feminidad en el deporte.
A pesar de haber apoyado los métodos de la Institución Libre de Enseñanza, Marañón consideraba que el único deporte que debían practicar las mujeres era el de la reproducción.
"Nunca se combatirán bastante tales instituciones en las que se consiente a la mujer la práctica de ejercicios que no corresponden a su condición orgánica"
- Lord Kinnaird
"El deporte es originalmente una actividad masculina —escribió—, y solo en épocas muy tardías de la evolución humana la mujer normal, no la de excepción, se hace deportista".